Algunos domingos acomodan el espacio como si fuera un armisticio. Las migajas se esparcen en presagios grises y amarillos. En lo más hondo huele a olvido y a prisa. Algo hablaron sus dedos, deja testimonio la nada ciega de la rendición.
Algunos domingos se visten con la misma camisa.
Fotografía: Por las calles de Porto, Portugal.
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