Todo estaba cayado en la ciudad. Los pájaros como dormidos, se balanceaban en sus jaulas. Ellos creían que venían de las entrañas de sus padres. No sabían de la existencia de Alberto. Sólo miraban lo que estaba cerca. Cuando vieron el cuadro de Durero: Adán Y Eva, en en un aparador, se reconocieron. Fue entonces que se dieron cuenta que había un prodigio en todo esto. Se renombraron, ella Eva, el Adan. Sin darse cuenta comenzaron a repugnarse. Su despotismo fue tanto, que en su casa se decía que había culebras y comenzó a crecer una espiga de tristeza. Cuando ella, con el puñal señalaba el cuello, él, astuto, temiendo por su vida le dio a a comer un nanche. Ella se precipitó al infra mundo. A los tres días, ella llegó transformada. Con el sabor y frescura de una jícama abrazó a Adán como si fuera un fruto deseado.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario