Así andan las sombras en eterno vaivén puro de oscuro. Los balcones reciben, con las ventanas abiertas, esa ausencia de cuerpo, ese deambular por sus arterias. Las sombras de una ciudad acontecen con una celeridad propia de la fugaz luz de la tarde. Un gran juego de engaños y de hallazgos. El sol se vuelve boya suspendida en la pared reflejo, cuando algunos ojos merodean sin rumbo por las calles, en asueto.
Fotografía: pelas ruas do Porto, Portugal.
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