En ese jardín de números que se cruzan en un arabesco infinito el tiempo crecía con la humedad. En este lugar legendario hay un provocador de números, que desconcierta cuando muy temprano alimenta las horas, les canta y como si fueran grillos las horas le responden con chillonas voces. Hace cien años, su abuelo comenzó con este hábito que se volvió oficio. Ya son casi tres mil horas reproducidas. Le llaman Maestro. Los días se han modificado tanto que los enamorados se agitan y se amontonan a la entrada del jardín, aún en invierno. El jardinero, sonríe, atiza sus números secretos y de los pliegues de algunos minutos, cristaliza los deseos de los amantes en un tiempo continuo, delicado e irrepetible.
QUIMERA 495: ALBERTO HERNÁNDEZ
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Dins la secció "Los pescadores de perlas" del número 495 (març) de la
revista Quimera, podem llegir els microrelats inèdits d'Alberto Hernández (C...
Hace 1 día.
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