Tenías un perfume Loretta Young que distrajo a mi admirado Everett Hoagland. Los arpegios se me atragantaron y ese piano tan melodioso y amado me pareció disonante y desafinado. Nuestros primeros pasos se pisaron los unos a los otros. Nunca más nos dejaran entrar en Club Ciro’s del Hotel Reforma.
No creo que recuerdes, fue en 1944.
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