La mirada interior se interna en los picos de luz.
Dos hombres que no se ven. Se encuentran. Uno dibuja al pastel invadido de
concentración. Otro, llega a su encuentro. Sonríe con claridad y un río de
miradas se juntan como un arpa que toca la melodía del entendimiento. El
silencio roto en pedazos en medio de la habitación se petrifica. Ellos con el
polvo de locura entre sus cráneos escuchan el relincho del relincho verde del agua
que les corre por sus venas.
Los dos esculpidos en rostro de batalla se blindan
taciturnos al chocar sus sonrisas.
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