Su cabeza era soberbia. Sus frentazos están inscritos en todos los almanaques de prestigio.
Los niños, fascinados con sus hazañas, se pasaban las tardes golpeando la pelota, hasta que una hinchazón les obligaba a llevar una bolsa de hielo sobre la frente.
Lujurioso, el “Cabezón” Paredes, probó diferentes tipos de peinado, desde el casquete corto, el afro y, el más gustado: el corte de príncipe valiente, que le valió salir en diferentes portadas de revistas del corazón.
Guiado por un impulso de solidaridad, acepto prestar su imagen en comerciales de Bancos, Instituciones de Salud, Educación Publica, Partidos Políticos y toda actividad que precisase de una frente amplia.
Todo se lo debo al balón, confesaba sudoroso levantando la copa de campeón mundial.
Fue entonces que un periodista pernicioso le hizo la pregunta: ¿Cabezón, que se siente ser la figura en los cinco continentes? El “Cabezón”, extrañado, a su vez interrogó ¿que no son cuatro? En todo caso no es pregunta para mí, pregúntele usted a la FIFA.
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