La Señora Cozette, todos los jueves esperaba noticias de París. Hilvanaba sellos postales en las hojas de viaje de su cuaderno. Sin prisa, sus lentes se empañaban al recordar sus despedidas. Extraía un hatillo de alfazema que había puesto entre las páginas de sus revistas parisinas para aspirar el aroma ya imperceptible de la lavanda. Apretaba los puños para evitar romper ese rito de los jueves. Se alisaba su vestido para buscar la escoba y barrer una y otra vez la misma sala; cambiaba las carpetitas bordadas de la mesa y el trinchador, para volver a sentarse y para que nadie diga que la torre Eiffel es una obsesión pertubadora.
Por fortuna, sólo los jueves todo lo vivido tiene una ojera azul pesar y un responso.
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