Llegó el son para que Basilio vacile, para que Margarita mueva el montuno. Y la cadencia de Arturo diga cosas que corran por el cuerpo, que la culebra suba. Que se mueva el mundo para que escuche como truena la columna de la razón al pasito.¡Oye! ya llegó. Te repito, Levántate de la pantalla y sácale el jugo sabrosón al fifi. La calle se puso hermosa al sonido del timbal. Descarga total. Esto es de oro. El metal y la madera. Que se mueve. Rico. Anda, cierra el pico y levanta el tarso, el carpo y el huesito, ese que tienes en medio de la sonrisa. Aprieta, no dejes espacio, “abarrocate” en el performance. Bien caliente como el chocolate. Rómpete que ya es hora. Castígalo. Castígala. No guardes la plata que la tumba no es ancha. Tómate esta medicina. Te lo digo, esto no es para siempre.
Son las seis de la mañana. Duermen. Margarita abraza a Basilio en una suave respiración de maraca. Arturo los mira y calla.
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