La 34, exhausta, se perdió la meta. Escuchaba pasos, silbidos, voces. Ráfagas de punzantes recordatorios. Su infancia, sin acomodo, siempre corriendo se le fue metiendo por el carril derecho. En el último sprint la rebasó con facilidad. Sus patrocinadores la increparon. Ella, sumisa ante las evidencias, se hidrató para recuperar el llanto vertido.
DEMASIADO
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Nos lamentamos
de que era demasiado joven para morir,
pero olvidamos con frecuencia
que nunca eres demasiado
mayor para vivir.
Hace 3 días.
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