Fornicar en agua marina es cosa de delfín o tal vez de lagarto o de lombriz. El ano en el jardín del amor se convierte en libre caballito marino hocico abierto. Revientan las algas y como espantajos las estrellas marinas les baja la tempestad y un Capricornio cojonea por el embudo del coral y los que cantan se ahogan como sirenas infértiles. Corren las corrientes mortales de besos con sal. Amar con el cornetín azul y el tridente con toda su comitiva de rémoras mortales. Rodantes y letales los cuernos sexuales se pegan en las branquias de los peces bola. El piropo marino lúbrico, mortal, rabudo trompetea, derrama el semen por el ojo. Algunas barcas predican con sus calderas encendidas y sus orinales dispuestos afirman que el espanto del amor es submarino.
Pongámonos el traje de neopreno y bajemos al mar para beber y danzar y si es posible montar en el erizo.
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