Los enrejados interiores no son prisión de cuerpo y sí la quietud de la resurrección del espacio. Hay un hueco inmaterial que avanza, como sí en la yema de los dedos tuviéramos la sensación de la paz atmosférica.
Silenciosas horas ganan la respiración del ojo y sacia su avaricia de enterarse de los patios.
Gula de intramuros.
Fotografía: Patio interior. La Paz, Bolivia.
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