Un reflujo de anestesia fluorescente, prensil, carnal,
letal. Se escucha como larva, como hierva; como lúdica oruga. Chupa, rebota en
las paredes. Una entelequia con greña. Una intensidad mórbida que fluye viva.
Es una crisálida de la noche alada, donde se inhala el espacio desnudo, nutrido
de nada que se absorbe y que da mucho gozo. Temblor de gloria en un infierno precipitado
de sonidos incomprensibles a las bocas. Un paradigma sin trenza, con materia despótica
de viento. Un sexo sin dueño y un premio de abstinencia sonriente. No hay un
sitio mejor para meter el oído sin contradicciones.
Te lo digo por experiencia, el eco tiene la muerte de las
abuelas y la sintaxis de los arcángeles, esos que tienen gatos por amigos. No
te niegues al eco, que te puedes contagiar de silencio.
Es muy grande la noche accidentada en su propia ración.
Repite conmigo
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