lunes, 30 de diciembre de 2013

Feliz Año 2014


Una sensación casi física. El peso de los días nos dejan la fatiga cóncava de la espera. El ciclo se repite y las edades futuras nos dejan girando y de una esquina remota, el insomnio dejará esa rosa pagana que tanto buscamos. Entremos al nuevo año sin retórica para no perder esa luna, y esa metáfora agónica de lo humano.

Feliz Año. 

Abrazos ulteriores 

viernes, 27 de diciembre de 2013

Redondo


Todos saben que el corazón de papel tiene la noticia de la fuga.
Allá, en Redondo,  el doblez sabe a destreza  y todo lo que late tiene la filigrana de las manos que no ocultan su pericia.  Entre lo humano, las fiestas populares tienen el cráneo lleno de pitayas y se huele en el aire, trozos de entereza anónima.
Mi padre duerme, ese sueño amargo de los corazones apagados. No hay noticias de las horas perdidas y todo es quiebro de papel.
Con la luz blanca filtrada por el techo de colores, el corazón fidedigno, vestido de negro, honra al animal amoroso que llevamos dentro. El largo tiempo estático se consume al caminar por las calles de Redondo, que en su ferial de papel todo parece que es fugitivo y frágil. El aliento cambia y se lavan los suspiros al mirar las contraseñas de la planicie alentejana. Con la mirada anudada entre tanta papelería, uno quiere ser el muchachito que vocea la primera noticia del día. 

Fotografía: Redondo es una villa portuguesa, en el Distrito de Évora, región Alentejo y subregión del Alentejo Central, con cerca de 5 800 habitantes.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Por navidades.

Muy estimada clientela, como en todos estos años que estamos al frente del mostrador bloguero y facelibreco, el Abarrote del Antojo les desea que pasen la natividad como se les antoje, que no existe mejor fiesta que la de estar a gusto con las personas que uno quiere. Sean pocas o sean muchas, la elección en libertad siempre será la mejor flor de noche buena. No se me aflijan, ni se me aflojen, que desde aquí les estaremos ofreciendo las mejores viandas anímicas, sin fecha de caducidad.

Gracias por su preferencia y reciban un abrazo fino que los emocione.

Sergio Astorga

Bocacalle


Ciertas horas del día no tienen peso. Impalpable, la presencia de un farol atestigua los recovecos que se forman cuando la mirada se da cuenta que el espacio abierto existe distante. La realidad es suspendida por finos equívocos de imágenes. No es la memoria la que habita. Son los ojos ignorados de las cosas que de repente aparecen. Es la transparencia entre el ahora y el después. Ingresas al labio del umbral y cada camino que te llega se embriaga de dudas y de espanto. Como una telaraña de claridades las manos están frías y las palabras se calcinan. Inmóviles, ya no pensamos en el camino. Llegar o salir pierde destino. Plantados como cepa, sensibles a este tiempo que se abre en dos, se derrocha la mirada.
Hay ciertas horas del día que una ciudad entreteje su lujo y un cordón umbilical se va conjeturando.
Hay ciertos días que los minutos no pasan.    

Fotografía Miragaia, cualquier rua. Porto, Portugal

miércoles, 18 de diciembre de 2013

En la línea 445


Siguió el hilo de la historia. Era una larga enumeración de hechos nada heroicos. Pensaba que algo tendrían esas historias ya que tanta gente sentía una agitación casi pueril.  En la primera lectura nada descubrió de interés; estuvo a punto de quedar dormido. Cuando parecía que el sueño era inevitable, de repente tuvo el impulso de volver a leer las historias. Apreciaron caracteres Baskerville en los capitulares, en la primera lectura estaba seguro que no existían. La historia se refería a la fundación de una lejana ciudad contemporánea de Tebas. Los habitantes de esa ciudad narraban la manera como aprendían, a través de los consejos de un grupo de individuos venidos de tierras extrañas más allá de lo fronteras conocidas. ”Donde se exhalan los veranos” decían. La segunda historia, apareció de súbito, los párrafos se alargaban o perecían y solo lograba distinguir algunos nombres de constelaciones y  muchas imágenes a tinta china de vehículos con alas grises. La tercera historia contaba la vida de un mercenario que al paso del tiempo se entregó a la filosofía neoplatónica y a vender talismanes recreados en su taller. Taller que fue incendiado por motivos de seguridad. La cuarta y última historia era traslúcida y cíclica. Con dificultad pudo dilucidar la historia. Hablaba de un porvenir de espadas y de dones. Lo curioso era que al llegar a la línea 445 la historia cambiaba de tema. A veces eran historias de guerreros que se exterminaban unos a otros precisamente en la línea 445: otras veces el tema que aparecía trataba de futuras conquistas espaciales o de amores entre los más diversos géneros y realidades.   
Después de un mes de intensa lectura las historias desaparecen y otro fortuito lector seguirá el hilo de la historia. Al llegar a la línea indicada un inevitable agujero se abre enfrente de los ojos. A este hecho de la línea 445 se le ha denominado después de un severo consenso por parte de los lectores como: fenómeno Bradbury.

Texto publicado en la Revista Digital miNatura 131 (Castellano e inglés) 22.11.13


lunes, 16 de diciembre de 2013

Entrecortado


El nombre llego comedido con sus cuatro vocales partidas. Lo pronunciamos como la lluvia que cae y bautiza los cristales por fuera. Varias veces se empañó su recuerdo pero lo rescatamos todos los años el día de San Justino. No hay manera de perderlo.

La historia es trunca, Doña Pina, con su permanente moretón en el ojo izquierdo, contaba su historia a retazos como queriendo evitar lo que todos supimos.

“Me dijo que volvía el martes y ya desfilaron cuatro años” Doña Pina nos contaba muy tranquila, sin sobresalto, con la sonrisa doméstica de la que ha perdido a su marido. “Miren, hasta dejó la guitarra. Ya extraño esos gorgoritos de canario. Lo malo era cuando bebía, se le perdía la horma como a esos zapatos, esos, que están allí debajo de la cama”.

Llevamos cuatro años visitando puntualmente la casa de Doña Pina, el día de San Justino. Llegábamos de metro. Nos bajábamos en la estación Isabela Católica, y mientras caminábamos hacia la calle de Bolívar, dábamos nuestra versión de los hechos. Cada año llegamos a una conclusión distinta. Que si lo acuchilló; que si Justino se fue con la vecina; que si lo secuestraron. Debía de tener sus buenos ahorros, sino cómo se explica que Doña Pina no pasara angustias. Este año acordamos, al llegar a la puerta de su casa frente a la Iglesia de Regina en la calle del mismo nombre, preguntarle a boca jarro, sin darle oportunidad de chistar, si ella había matado a Justino.

Al abrir la puerta, Doña Pina nos saludó con su anual pachorra. Nos invitó a sentarnos a la mesa y después de las alusiones habituales a la memoria de Justino le hicimos la pregunta que tanto ansiábamos decir. Doña Pina, con aire muy digno, tuvimos que admitir, no se sintió aludida, nos dijo pausadamente que comprendía los rumores y las dudas que andaban por ahí, pero, que ya el dolor de la ausencia le era suficiente para todavía acreditar en habladurías. Sin esperar replica, fue a la cocina y regresó con un plato de guisado de carne con verdolagas, el mismo guisado desde hace cuatro años.


Al salir de la casa decidimos, por el bien de nuestras cabezas, que el año próximo, cada quien llevara su propia comida. 

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El ambientador

Se fueron amontonando uno sobre el otro. Ese barroquismo de apropiarse del espacio fue su característica más sobresaliente. De ideas frágiles y cabello cárdeno fue a lo largo de los años un coleccionista de ambientes. Su fragilidad se agudizaba cuando tenía que confrontar los espacios abiertos. Como el cristal, se quebraba en múltiples miedos. Por eso tenía un macizo apego a su solitaria clausura cotidiana.

No era tarea fácil coleccionar ambientes. El primer ambiente que consiguió atrapar fueron los bordes carnosos de su primer sueño, la noche se deslizaba como un insecto obsceno que pisaba con sus múltiples patas sobre sus brazos lampiños. Su tacto creció desde entonces como un zumbido imperceptible para todos los que admirábamos y repelíamos tal excentricidad. Llegó a tal virtuosismo, que se adelantaba a cualquier predicción. Al sentir el más leve movimiento de las hojas, sabía que la lluvia lamería la dureza de las calles.

El ambiente que fue más reconocido, por cierto no el más apreciado por él, fue hacernos sentir en un clima de perplejidad constante. Descubriéndonos sensaciones que jamás habíamos tomado en cuenta. Nos dejaba una cicatriz como la que queda en el amado o en el amante. Nos envolvía en su respiración, nos mostraba las caricias de lo blando y la rugosidad de las apariencias. Recuerdo una vez que nos hizo palpar un jitomate y enternecerse cuando se fue desvistiendo el rojo sabor, y nos hizo sentir ese sudor húmedo cuando se introduce el cuchillo y se parte en dos como un corazón sacrificado. En sus ojos había una alegría de encontrar ese caliente frescor. Nos contagiaba. Y cuando la rama crujía en la ventana entreabierta y él, luminoso, ahuecaba el brazo y nos mostraba como el aire entra en nuestros pulmones para que nos creciera un aliento antiguo, como el que tuvo por primera vez el primitivo resuello.

Nos convencía, nos provocaba a entrar a esa gruta inmóvil, a ese aire repleto de imágenes. La exploración del mundo, a descubrir las rutas. El esbozo de la entrada.

Hoy lo buscamos en nuestra imaginación. Nos atiborramos de barroco  y titubeamos de los espacios abiertos para buscar esos pasos perdidos. Los angostos pasillos los recorremos inútilmente.

Decidió callar, se lanzó de golpe al silencio, casi a ciegas. Se llevó sus altares, sus juegos ocultos. Sus palabras sin embargo, han quedado victoriosas. 

Algunos sollozos narran lo importante que fue ver amontonar ambientes, como la cresta del gallo, que crece al despuntar el alba.  

Sergio Astorga. Acrílico sobre tela 60 x 80 cm 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Carta de amor de Henrique a su amada Graciela


Me bebo tu amor en jarro y tus ademanes de culebra se confunden en tu cuello de gansa. El tiempo que se moja en tu falda, lo exprimo hasta que llena la escudilla. La mugre antigua sale en pequeñas tiras dando muecas de limpieza. Eres soberbia y desde que te conozco, cuando corría la ceja del año de 1987, mi libertino aliento se quedó atrapado en tu arpillera.

Quería hablarte en verso pero en mi arbitrio gana la prosa y cada momento de mi pulso se me adueñan otros soles. Eres desdeñosa y altiva y mi sangre queda taciturna, desquiciada como el que muere en el muro, al son de la metralla. De tu dudoso traje sastre logré descubrir este incurable apego a tus pechos. No te rías que es descaro. En el frenesí, uno elige. Tiene que elegir antes de que este afán se retorne a hueso. ¿No escuchas el tití de las esferas?  Tenías que ser mestiza de vientre y sólo te gusta el grano de maíz desgranado que cae en su pran pran sobre el suelo.

Me atengo a los viernes para sentirme hombre, cuando tu eléctrico mirar llene este tarro incurable del hastío. Tus ancas esdrújulas me hechizan y me hacen sentir lo que debe ser la eternidad cuando se piensa. Pendenciero, me cuelgo a lo largo de tu grácil nombre de gacela. Se me frunce el deseo cuando te siento indiferente con esa pose egipcia, andaluza o purépecha. Por eso, en el prepucio de la tarde entro de golpe a la desolación. No me importa quedar sentado frente a tu puerta para ver el chorro de tu desnudez salada. En este abismo de orgasmo y con el vaticinio escrito en la frente, te confieso que es la última carta que te escribo. Pasaré a la acción, y el tacto lascivo será histérico y transitaré al verso para ver si así, alcanzo la cantera de tu carne y cubrir con mi cobija los envites de tus noches.


Sergio Astorga Acuarela/papel 40 x 50 cm.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Revista Monolito



Este abarrote se complace en comunicarles la salida de la Revista Monolito en cuya portada e interiores me honran participar.
Aquí entre nos, la revista cada día tiene más lectores porque número a número se supera. Por eso ya se dice por los corredores del ciberespacio que en la Edad de los Metales bien vale un Monolito.

Los invito a leerla y comentarla.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La coherencia del mañana


Repentinamente las dio. No tuvo mérito. Una parte de su tragedia se basaba en su capacidad de adelantarse a todos. Aparecía en cualquier reunión y arrebataba las miradas. Por razones obvias, despertó enmarañados resentimientos.
Se fue asfixiando poco a poco ese aire de triunfo y el mantel de las frases incendiarias se fueron apagando entre copas de vino. No hubo venganzas entramadas. Ni frívolas disculpas. Esa mañana, como una red de prefijos que se van a amontonando, tuvo que darlas.

Nunca más volverán sus pies a pisar con firmeza.


Mixta sobre papel 20 x 30 cm.

martes, 3 de diciembre de 2013

Atracado en un patio



Dicen que vivió cinco años sin tocar tierra y que sus naufragios se perdieron en su propio laberinto. Ya son borrosas sus memorias. El calor es pegajoso. La piedra estática tiene la misma historia; la vemos ahí, como rejón de signos que apaciguaban las influencias celestes. Mi amigo fue bautizado con la sal atlántica. Las escamas de todos los peces que sucumbieron al arpón,inundaron su rostro de plegarias. 
“Hay cosas que no cambian” dice. Él se golpea los nudillos. Como una columna portuguesa que se solventa en cuerda náutica de piedra, se eleva inmóvil. La sombra de sus pasos se une con la brisa y apenas se distingue el norte del sur. “Antes de mí desgracia, en otro puerto, en el muelle, supe que terminaría murmurando mis desdichas en tierra” Como saliendo de una escotilla, mi amigo, lanzaba una sirga para ligarse al mundo real. Se amotinaban sus ansias, entregadas a los vendavales de su espejismo. Su mirada furibunda como marejada, reventaba en su pupila.

-¡Capitán! ¡Hombre al agua! ¡Tiren los botes! ¡Remen con fuerza que lo perdemos!

Como si abrazara a la tormenta, encadenado al recuerdo, mi amigo conmovido y tiritando, gritaba incansable.

¡Lo perdemos! ¡Acuchíllenme! ¡Lo perdemos! ¡Arránquenme la piel y clávenla en la quilla! ¡Capitán! ¡Se lo ha tragado la ola!

Sudoroso y ardiente, con las venas henchidas como velas, ese instante marítimo se reproduce cada día. Los piratas invaden las playas de mi amigo y los tiburones devoran su frenesí.
De súbito. El horizonte regresa lejano, como una lagrima del rio Tajo al patio central del Palacio Nacional de Sintra.


Sergio Astorga Fotografía: patio central del Palacio Nacional de Sintra, Portugal.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Mercadería



Antes de migrar al campanario las palomas se detienen en el mercado a retozar con los ángulos de la fruta y la juventud de las lechugas. Estático, el temblor de la mañana se parece a dos pezones ateridos de frío. Crecen las pestañas y la epidermis se vuelve una certeza. No hay razones para agitar el momento y sin prejuicio, el pecho se inflama. Las palomas, amorosas, picotean sus alas esperando que llegue el aire del trigo para bailar con las simientes.

El territorio de la mirada no comprende la paciencia de las palomas, por eso las palabras se adelgazan y solo queda el manojo del instante.


Sergio Astorga fotografía en el interior del Mercado do Bolhão, Porto. Portugal.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Punto ciego



Con el gesto rígido del claro oscuro, la ventana permanecía afianzada en su cerrazón. Cuando el cansancio se tornó apático, días y días de silencio rodaron por la casa. La quietud se hizo empresaria, y una gran tristeza se extendió desde las escaleras hasta el portón de la entrada.

El cuerpo severo del desastre se timbro en su rostro. Se disolvía su mirada buscando síntomas de vida. Con la boca seca y gotas de sudor en su frente recorrió la casa que habitó de niño. El tiempo: inscrito en las paredes. Nunca pensó descifrar las imágenes que llegaban en cuadrilla. Mas, el olor a laurel le exigió volver a los días floridos, cuando el sol se demoraba en el piso y desde el jardín podían verse los navíos que llegaban de América, cargados de frutos tropicales y metales preciosos.

Hace tanto que la música ha parado, que hay un tenue e intacto deseo de volver a las palabras de Lord Byron, cuando fascinado por Sintra no tardó en calificarla de “glorioso paraíso”. El mísero presente nada sabe de aquellos tortuosos amores en estos parajes. Las últimas tardes de júbilo están lejanas. Sin embargo, las muchas voces ocultas por el musgo, le hacen sentir que el punto ciego del regreso sabe a promesa y a canela madura.

Sergio Astorga fotografía algún recanto (rincón)  del Palacio Nacional de Sintra. Portugal.


viernes, 22 de noviembre de 2013

Musas buzas caperuzas*



Después de dos horas de caminar por corredores, tocar vitrinas, intentar leer las etiquetas con la historia de la pieza y  buscar el cuarto de baño cada vez que cambiaban de sala; mamá y niño intentan reconciliarse.

- Rubencito, ven a ver.

- No me digas, Rubencito.

- Ven a ver este.

- ¿Cuál?

- Este de aquí.

- ¿El sarcófago?

- ¿Esto es un sarcófago? … Como se llame. Mira, que padre esta.

-  ¿A ver? Sí, ya las conozco. Son las musas. Esta de la izquierda es Polimnia,  le siguen Euterpe, Talía, Calíope, y Erato. El fulano de en medio, sepa la bola. Después parece Clío, Terpsícore, Urania  y la última es Melpómene.

- ¡Que sorpresa! ¿De dónde conoces a estas señoras?  Tu profe de Historia es realmente bueno.

- No es nada. En casa tengo un juego para mi PC. Las Musas intervienen en la vida de las personas. Son chidas.

- Ven, te invito una hamburguesa.

- Ya era hora. ¿Oye “ma”? En este sarcófago no hay controles. Ni palancas y  no existía el Wi-Fi. ¿Cómo interactuaban con los jugadores?

- Ni idea.

- Tenían que ser muy buzas caperuzas.


Sergio Astorga, fotografía Sarcófago das Musas, mármol s. III-IV dc. Museu Arqueológico do Carmo, Lisboa.
*
*Buzas caperuza en México significa estar atentas. Avispadas para lo que pueda suceder. Vamos: ponerse chango (listo)

jueves, 21 de noviembre de 2013

Lenguas de luz


Caminábamos por el quiebre de la noche, ahí donde después de cenar, los alegrísimos comentarios crecían como flores. En sentido contrario, caminaban las parejas de jóvenes salidas de un concierto.   Mirábamos ese sabor de amores por venir y futuros despechos de talco con cierta cólera y nostalgia. Seguimos nuestro camino.  Al doblar la esquina de la Rua Bojador rumbo a la Alameda dos Océanos reparamos en las torres del centro comercial Vasco de Gama; de sus penachos, les crecían lenguas de luz. El alba era todavía lejana así que no eran las criaturas de la mañana las responsables de tal fenómeno.  Nosotros, como visiones lunares, desenterramos en nuestros oídos mentales los ladridos de los perros para no sentirnos solos. Los edificios como calaveras mexicanas exhalaban su último aliento en forma de luz. ¡Ay Lisboa, cuánta noche se bebe su propio vino blanco! La sangre busca su puerto y sale de su sombra esa gana de irse. Hasta los edificios lo saben. Aquí no hay azoteas y una nube de tabaco remonta con desasosiego el mástil de la noche oscura. El salitre detiene las barcas en los predios. Por las rendijas de las ventanas salen los antiguos marineros ahogados en su ajustado betún. Erizadas, las luces se disfrazaban de rutilante color naranja y sus barbas luminosas ascendían. Ascendían como pulpos y nosotros echamos raíces. Barrimos el cielo y como un cementerio de otra hora nos llegaban los murmullos de los barcos invisibles.

Cruzamos la calle, llegamos al hotel en la Rua do Mar Vermelho. Entramos al elevador con la luz clavada como aguja y con el deseo de dormir plácidamente como un río.

Sergio Astorga Fotografía edificio centro comercial Vasco de Gama, Lisboa

miércoles, 20 de noviembre de 2013

En el andén



- ¿A dónde vamos?

- No lo sé. A donde nos lleve la vía.

- ¿Podemos ir al sur?

- Al sur vamos a la estación Santa Apolonia, si es que es el sur.

- Entonces al norte.

- No lo sé. La cosa es que no sé. Uno se puede perder en 
la pena o en el miedo.

- ¿Estas asustado?Siempre serás forastero. 
Siempre corriendo. Al menos en esta techumbre uno se entretiene mirando los ángulos y esa sensación de tener el esqueleto arriba de la cabeza, nos deja la mirada acalambrada.

- Tiene que haber alguna esperanza. Tiene que existir una. Tal vez en Trocadero.

- No se oye nada.Sólo fierro y la llamarada de las partidas 
en la cabeza.Abre las orejas.A ver si escuchas al tren.

- No hay ni moscas.

-El tiempo está caliente y enfermo. Tal vez tengamos noticias firmes cuando llegue el tren. Los rieles serán nuestras piernas. El horizonte parece claro si no pensamos en él.
- Esperemos.

Sergio Astorga Fotografía estación Oriente, Lisboa.


martes, 19 de noviembre de 2013

Calatrava II


Como paraguas vidriado, el frenesí de los destellos se apacigua. Difícil saber por dónde los ojos encuentran salida. Sordomudos suben los nervios de acero para estallar en ramificaciones simétricas. Como si fuera un árbol de la vida, el silbato del comboio (tren) baila en el pináculo. Desde abajo parecen alas de aves que se engarzan;  en estático vuelo resucitan de pureza.  No hay muros y el destino es tan quieto, que parece que la estación de Oriente nos deja presos en una red que detiene al cielo.


Sergio Astorga Fotografía: detalle en la estación Oriente de Lisboa.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Calatrava I


En la pubertad del cielo, los contrastes perfilan el esplendor de las líneas rectas. La estación oriente donde el convoy de trenes llega al Parque de las Naciones, el paisaje de Calatrava se eleva en el voceo del aire. Lisboa parece otra, con una novedad que le es extraña. Las montañas son metálicas y su alfabeto es duro. Se cuelgan los tatuajes de la noche anterior para que una cascada de luz los reinvente. La obsesión no acaba nunca y se cuenta a sí misma una y otra vez como si arara todos los días su reinado. Las sombras y la luces se afilan y van al encuentro de un aquí que no se mueve. Parecen colmillos sus soportes y sus huesos inquebrantables forman un lenguaje que se fractura al no encontrar su centro. Nos parece, al sentir la cercanía del río Tejo, que una gran embarcación está a punto de zarpar, sonámbula, persiguiendo su propia estructura. Perdida en su propia inmensidad.  


Sergio Astorga Fotografía entrada a la estación Oriente. Lisboa.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Torre Vasco de Gama


Como un gran mástil al que le corre sangre de luz roja, se eleva la Torre Vasco de Gama en el Parque de la Naciones. Se abre paso limando los nervios del aire. Abajo, el Tejo repasa su destino de rio. No hay alas, sólo la soledad del cuerpo erguido y la resurrección del vértigo. No hay puentes para la mirada y las orillas se elevan sin esfuerzo. La noche vine llegando y la vida marítima se confunde con la anarquía del hombre en tierra. A babor, un sensación lenta de alivio y brisa. Surgen recuerdos de otros adioses que tuvieron otro ríos que van al mar. El mulle verdadero está lejano y sólo la mirada puede desabotonar cada brillo de la Torre. El éxtasis del misterio es bullicioso y errante. Las aguas eternas se van confundiendo con la noche. La distancia a lo alto de la Torre, se sumerge en la boca de esa creatura que fuimos construyendo al comenzar el ascenso. Toda esa seducción se oprime en el negro horizonte. Buscamos puerto y comenzamos a descender hasta que la mirada regresa a tierra firme. Se vuelve a mirar y una avaricia, como si fuera un remo, nos vuelve a subir a ese delirio de altura y nuestro cuerpo junto a la luz roja nos gritara: “al abordaje, marineros de tierra”


Sergio Astorga: Fotografía al pie de la Torre.La torre Vasco da Gama es una torre de estructura de acero, de 145 metros de altura, construida en el Parque das Nações, en Lisboa, para la Expo '98. Fue proyectada por el arquitecto Regino Cruz. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Apertura Pabellón 3


Todas las inauguraciones tienen el sabor de la incógnita. Se levanta el ánimo y no cesa de preguntar la hora. Como un cuerpo de muchas manos un frio nos corre por la sangre. Nunca se sabe si esa multitud de ojos podrán detenerse a mirar. Nunca se sabe si la indiferencia crece y crece. Una fortuna si alguien se detiene a conversar con lo que ve.

Es impalpable ese mundo. La jerarquía de los sentidos sustenta esta otra arquitectura y todos los que estamos exponiendo nos miramos las caras confundidos.


Son las alternancias de lo vivo. El espacio se colma de presencias y el rio Tejo sigue su rumbo, impasible.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Parque das Nações



No hay una nube en Lisboa. El rio Tejo como animal dormido no se mueve. Hay una calma chicha. Dos días alucinantes de montaje de la exposición para lo que se iría a llamar Arte Lisboa, y ahora se denomina: Festival de la Innovación y Creatividad. En el Pabellón número tres está el espacio destinado a las Galerías de Arte, dos de Lisboa, una de Aveiro y Vantag Galería, de Porto.

El Parque de las Naciones se construyó, más bien se erigió, para la Exposición Mundial de 1998 de Portugal. En la parte oriente de Lisboa a la vera del rio Tejo o Tajo, para los que soñamos en español, emerge este monumental espacio. De arquitectura deslumbrante donde se tiene la impresión de entrar en un gran navío que reposa en tierra. Formas simples que se combinan con la rigidez estructural de las cuerdas de un velamen. Algunos edificios terminan como si fuera la proa y otros se ondulan como olas de hormigón.

De noche, cuando termina el bullicio, andando entre los edificios y explanadas parece que flotamos en un buque fantasma y que de un momento a otro saldrá una cabellera morena a seducirnos con su canto de sirena o saldrá un marinero entrado en copas a enterrar su navaja nocturna en nuestras carnes.

Fotografía tomada al pie de la Torre Vasco de Gama, el puente del mismo nombre y el rio Tejo se  ven a la distancia.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Parte luz




Era un cuerpo dividido por dos jardines de luz. Una incisión 
que parte la piedra de granito. Un momento que se refleja y se anula. Se espiaban los recintos, impalpables. A todas horas: el instante. Entra en un albor para perderse en un susurro de contrastes.
El mundo parece que se entreabre sin atributos. Un antifaz de sombra busca camino para llegar al aire libre. El ojo se hincha en este dialogo mudo.

La frente de este ensueño es un racimo de claridades entre tanta noche de remanso. . 

Sergio Astorga fotografía de alguna luz en Lisboa. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

La manita



Cuántas veces llamó a su puerta. Daba dos toques con la manita de fierro incrustada sobre la madera. Siempre pensó que esa mano era el guardián de entrada. Si no se tocaba con moderación, un sonido sordo alertaba a los habitantes de la casa. Llegar y entrar, sólo se lograba si esa manita era bien agasajada. Cuántos cobradores estuvieron tocando de mala manera por meses sin que esa puerta se abriese. Él lo sabía. Al llegar, tomaba con delicadeza los dedos inmóviles y con el refinamiento de un roce labial, daba dos toques. Un sonido terso se producía. Entonces, asomaban unos risos rubios y una sonrisa de granada, que bien valían tantos intentos fallidos.

Un día, como otro cualquiera, sin sobresaltos o contraseñas, la puerta no se abrió. Acarició la manita; le cantó, le limpió el poco óxido naciente entre los dedos. Como respuesta: un silencio sepulcral retumbó en sus oídos.


Hoy, al pasar por el portón se puede apreciar la manita hinchada y corroída. Ningún rizo volvió asomarse desde entonces.

Sergio Astorga Fotografía  batente en las ruas de porto. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Ánfora mundana


Los viernes le llegaba una sensatez que todos agradecíamos. Sin adivinarlo, dejaba en la sombra esas formas del regaño. Durante la semana el vinagre y el ajo dilataban su imperio.

Se recogía el pelo como si fuera una pelotita colgada en su nuca. Era en verdad un párrafo de dicha. Su semblante vertía frescor y en su caminar se sancochaba la abundancia.
No sabíamos la razón del porqué, durante la semana, la amargura se pegaba a su piel como una chinche sibarita.  

Los que la conocieron desde niña, decían que ese estado de fiereza se debía de cuando un tipo, se enclavó en su memoria y en su habitación. Todos sabían, quien era, pero todos callaron. Otros, menos apegados a la rutina diaria, describían ese estado como el necesario escenario  para el surgimiento de la explosión  creativa.

Serán peras o serán manzana, pero los viernes, la mundanidad encarna y la querencia hierbe.


*Nota intempestiva: Apuntan, los que gustan del cuento breve, que estos reflujos de forma vienen desde la antigüedad, cuando venus vertía su lujosa ánfora.

Sergio Astorga acuarela/papel 25 x 25 cm. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

De signos


Los sentidos cambian, eso ya lo sabía, desde la perpetuidad hasta la más mínima incongruencia tienen su discurso en la digestión de los signos. Pero suspender así, drásticamente cualquier intento de dialogo. Yo te he caminado a todas horas, desde el amanecer  hasta cuando las farolas apenas alumbraban tu rostro. No necesitabas simbolizar tus deseos, yo los captaba a la menor insinuación. Si me hubieras dado un paréntesis, unas comillas, un punto y coma pero, esta intolerancia como respuesta me deja alenguado. Me has puesto entre guiones y esta manera de decirme que ya no puedo estacionarme debajo a tu ventana… No te conocía esa gama. NI ese talante maniático. No sé si quieres decir lo que dices. Te sé de memoria. Alguien te debe estar llenando la cabeza con mapas extraños. De sueños periféricos. Estamos en crisis lo sé, y no puedes prohibirme entrar por esta calle aunque ahora no tenga la admisión y sea sólo una cerrada; vendré todos los días porque este es mi camino. Podrás seguir en ese mutismo, pero si quieres que te diga, ya se te nota el abandono. Tus dinteles se ven demacrados y ya comienza a sentirse como la humedad estafa tu lisura. Se te mira llena de grises, los dinteles de tus ventanas pares se carcomen y esquilan. Tus sombras terminan truncas y ya no irradias esa luz caminable. Encerrada en ti misma te acabas.


Desde aquí, desde la esquina próxima, con mis zapatos nuevos quisiera decirte que me palpo esta tristeza toda la semana y con el cuerpo entero quisiera declamar que estoy de pie y que nunca el andar me fue tan penoso.  

Sergio Astorga Fotografía Porto, Portugal

sábado, 2 de noviembre de 2013

¡Ay! calacas!


Pensaron que no llegaba
que la canija calaca
no entraba al abarrote
para apretar el cogote.


Aquí estamos calientitos
para todos los bonitos
que la guadaña filosa
no goza cara piadosa

Ánimas del purgatorio
en el mostrador: jolgorio.
Suenan los huesos blogueros
los que por aquí anduvieron.

Todos con vela encendida,
recuerdan sin cobardía
que el esqueleto y el verso
refieren mismo universo.

Paloma de los abrojos
el alma de los Antojos
vuela ilusa por las redes
para clamar sus mercedes.

Aquí rechinan los sesos
y se murieron los besos
porque la blanca patrona
sigue siendo una cabrona.


Sergio Astorga Tinta/papel