martes, 14 de octubre de 2014

Bocacalle


Entre grafitis, una anciana caminaba su viudez entre las piedras, cargando su minúsculo universo. Las huellas de su vida están grabadas intensas, hondas, como esa plegaria apegada al silencio, a la no respuesta. Sus ojos contemplaron todo, al menos eso pensamos al verla desde lejos. Tuvo sus amores, deseamos. Letra por letra el amor debió grabar su piel, aunque el manto negro lo cubre y lo congela. Como milagroso espectro cruza sus días. No sabemos su nombre, ni su historia. Mezclamos experiencias para intuir lo que un día seremos y no olvidar que todo pesa porque pasa.
Por si acaso, caminamos en sentido contrario para alejar la imagen y subir otra tediosa calle por donde se pierda la edad en otras casas.
Dejamos testimonio de que andamos y eso es una ventaja, ya que ahorramos esos sueños recurrentes para fingir que el guión está por escribirse.

¿Te dije alguna vez, que el desconcierto es un efluvio de uñas largas y la cordura una calle que desciende todo el tiempo?

Fotografía. Por las ruas do Porto, Portugal.

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