El jardín envuelto en en llamas.
Agua y brasa al mismo tiempo.
En la boca de los años
las palabras también se queman.
Hablar como se pule el hueso.
Los latidos se envuelven
como la greca
que conjugó la linea recta.
Calcinado ya no hay cara
y sólo intuimos el semblante de la tela.
El trueno de la ceniza
llena la boca del paisaje.
La semilla se fecunda
entre el polvo que se arruga.
Negro el paraje se desnuda
como la inmóvil pradera quemada.
La sílaba diáfana se calienta.
Fotografía: alguna quemazón en alguna floresta en Porto, Portugal.
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