lunes, 13 de julio de 2015

La cima de la tortuga


El sol, en donde más se inclina, deja una especie de vergel que se alborota. Con ingenio y entendimiento claro, la tortuga, sinuosa, esquiva, animosa:camina. No había reposo en su fuga. Ofendida y recelosa por los claros desengaños tuvo a bien guardar en su triple caparazón lo que consumió como demonio voraz en el mes de marzo. Como la humana guerra, paso a paso se dejaba morir bajo el celeste cielo. En cada bocanada de aire tenía cuidado porque expósita, la libertad de engendrar camino sin hilo ni migajas de pan para el regreso, es hazaña de contar. Lo que se llama no mirar el velo, la tortuga con la paz en los ojos, avanza, con la belleza singular del que le crece la pena por la espalda.
Era un día en que el campo se entretiene.

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