A los que gustan del calcetín de la decencia, reclamo el derecho de tragar las monedas del puritano y sus limosnas. A los que gustan del cuaderno cuadriculado, reclamo el derecho de sumar y restar a su real gana. A los que gustan del membrillo de las hadas madrinas, reclamo el tornillo sapiente del juguete. A los que gustan bailar con las cosquillas de las serenatas, reclamo los cementerios floridos de tumbas de granito. A los que les gusta leer microrelatos, reclamo la vista gorda para no perderse en minucias irrelevantes. A los que gustan de la navaja de doble filo, reclamo el ramo de locura al lado de Raquel. A los que gustan del callejón sin salida, reclamo el derecho a estrellarse en el muro con la crudeza del ser humano. A los que gustan del fruto prohibido, reclamo el verbo del fracaso para no agobiarlos con reproches de bajo precio. A los que gustan del euro, reclamo sus ahorros en monedas fraccionarias en los bancos blanqueadores. A los que observan desde su casa, reclamo el resfriado de la soledad sin queja que habla con sus gatos.
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